jueves, 18 de junio de 2009

PIEZA MAGISTRAL DE BERGMAN: FILME "CUANDO HUYE EL DÍA"


En ocasiones uno tiene la sensación de haber vivido toda la vida en un solo momento, o que la intensidad o trascendencia de un espacio comparativamente corto de tiempo ha funcionado como un gozne en derredor del cual modificamos la comprensión de nuestra propia existencia o de la aprehensión y juicio de valor que damos a los hechos externos a nosotros, así como a otras personas. Es lo que ocurre con el viejo doctor, casi octogenario, que decide realizar en coche el viaje hacia la ciudad universitaria en la que habrá de recibir una distinción honoraria. Él ya había manifestado, mediante una voz en off, su condición de misántropo, de la que se expresaba conforme, en cuanto lo alejaba de una sociabilidad vacua, en la que la mayoría de las conversaciones se centraban en discurrir acerca de los defectos ajenos; por lo demás se reconoce bastante pedante, rasgo de carácter que, acepta, acarrea sinsabores para sí y para los demás. Realiza el viaje acompañado por su nuera, a la sazón separada temporalmente del hijo del profesor, médico también, relación que se presenta como de alta posibilidad de tener un quiebre definitivo a muy corto plazo. A pedido de su suegro ella le dice con franqueza, aunque sin trasuntar odio, lo que piensa de su persona y que básicamente consiste en su temperamento glacial, de una rigidez petulante inconciliable con la sensibilidad que hace querible a un ser humano. Los diálogos e impresiones se enriquecen con la incorporación de tres jóvenes viajantes a “dedo”, la presencia breve pero de intensa revelación psicopática de una pareja de mediana edad que encuentran regocijo y dolor en agredirse mutuamente. La disidencia entre los dos jóvenes varones pone en el tapete la eterna confrontación entre la racionalidad cartesiana, y el camino marcado por la dogmática religiosa. Desde el comienzo, ya sea a través de los sueños que experimenta el viejo doctor en la noche anterior a la partida o de los que tiene cuando dormita, en los turnos en que manejo esta a cargo de su nuera, la película se inunda de significaciones expresionistas, fenómeno que también ocurre con las visiones sobre el pasado que lo aguijonean cuando visita fugazmente la casa campestre en la su familia veraneaba en épocas de su juventud. La nuera, al explicar sus diferencias con el hijo del doctor deja planteado el tema, de alto voltaje filosófico, sobre la licitud moral de traer hijos a un mundo cuya imperfección orilla la abominable, aspecto de su particular interés en razón ser su voluntad conservar el hijo que tiene en su vientre en los primeros pasos de gestación. Frente a las pesadillas que amenazan con acentuar su condena a la soledad y la de la mucha que aparece en los sueños para enrostrarle a través de un espejo la degradación cincelada por la vejez sobre su rostro, aparece la imagen real, encarnada, de la muchacha del grupo juvenil que al despedirse, le manifieste su admiración por la belleza de su sabiduría y le exprese cariño que le ha tomado en esa vivencia de viaje compartido lo llevará consigo de por vida. Ésta y otras visicitudes, como las del expendedor de gasolina (Max Von Sydow), que se niega a cobrarle, con basamento en gratitud que el y su esposa guardan hacia el doctor por hechos del pasado. Todo esto también actúa sobre su personalidad y de ello da cuenta la película. Corresponde agregar simplemente que Bergman ha erigido en esta obra una auténtica pieza de antología.

Etiquetas:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio