lunes, 8 de junio de 2009

NAPOLEON II: "EL AGUILUCHO"


Uno experimenta cierta emoción y hasta un sentimiento de injusticia, cuando seres nacidos a la vera de personalidades de enorme proyección histórica, quedan relegadas al anonimato y olvido casi total, por el solo hecho de nacer en momentos de declinación de un proceso, en el caso la abdicación de su padre, Napoleón Bonaparte, y la prematura enfermedad y muerte, en momentos de producirse la restauración de su dinastía. Nos referimos, como ya se habrá inferido, a Napoleón II (Napoleón Francisco José Carlos Bonaparte), nacido en París el 20 de marzo de 1811. Fue el fruto de un matrimonio aparentemente celebrado bajo el patrocinio de conveniencias políticas entre Napoleón Bonaparte y María Luisa de Austria, hija de Francisco I de Austria. Napoleón a su vez ansiaba tener descendencia, deseo que no pudo satisfacer su primera esposa Josefina; de modo que el nacimiento de Napoleón II, conocido también por uno de sus múltiples títulos nobiliarios como Rey de Roma, y después con un sentido casi legendario como el Aguilucho, colmo de dicha a su padre, quien lo amaba con devoción y se hacía acompañar por una imagen del hijo tan querido en ocasión de sus salidas fueras de Paris, esencialmente por motivos militares. El rey Carlos X, a consecuencia de las idas y vueltas de la historia, debió dejar el trono en 1830, pero fue imposible plantear la asunción de Napoleón II al trono de Francia, en razón de encontrarse ya enfermo de tuberculosis. Ocupó el trono en su reemplazo su primo Napoleón III - hijo de Luís Napoleón, que fuere en su momento Rey de Holanda por designación de Napoleón I- en lo personal un aventurero y vividor que, en tal sentido, arrimó desprestigio a esa dinastía gobernante. Desde 1815, el joven príncipe, era un cautivo virtual de la corte de su abuelo en Viena, dado que su padre, Napoleón I fue confinado prisionero a la isla de Santa Elena, situada en el Atlántico Sud. El Aguilucho, no se casó ni tuvo descendencia legítimamente reconocida. Pero en los últimos años de su vida tuvo una relación muy estrecha con su prima la princesa Sofía de Baviera, quien ya era madre del archiduque Francisco José, de relevante papel en la primera guerra mundial como emperador de Austria-Hungría. Se considera altamente probable que el segundo hijo de Sofía, Maximiliano, futuro emperador de México fuese fruto de esa cálida y juvenil relación con Napoleón II. Murió en l832, aquejado de tuberculosis, la enfermedad que como se ve signó su destino desde la infancia y la tronchó prematuramente. Originariamente recibió sepultura en Viena, pero en 1940, con París ocupada por el nazismo, Adolfo Hitler, en un gesto de justicia histórica hacia Francia, hizo trasladar sus restos a la cúpula de Los Inválidos, junto a la tumba de su padre. Queda así explicado el salto de Napoleón I a III, y se hace mención a un joven que en su infortunio tuvo vigencia trascendente, en ocasiones potencial, y en otras en el secreto de la discreción obligada de la condición viril; mientras tanto tenemos que seguir permanentemente estudiando y haciendo mención a Napoleón III, un golfo, a José Napoleón (Pepe Botella), brevemente rey de España y en estrecha conexión fáctica con la independencia de América, y en otros ámbitos literarios, a las menciones al comportamiento de las hermanas de Napoleón, principalmente Paulina, al parecer de gran belleza, cuya excelente carrera no se libro en los campos de batalla, sino entre las sábanas de sus incontables amantes.

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