jueves, 11 de junio de 2009

CRIMEN CON CÓDIGOS:FILMES "EL PADRINO" I-II-III





No obstante que la primera versión fue concebida como autosuficiente, y en tal carácter una unidad fílmica autónoma que se vasta a sí misma, los agregados II) y III) complementan y enriquecen aquella conformación original y comportan con ella un cuerpo más consumado y pleno de desarrollo argumental; con ello su tratamiento en forma conjunta, como si fuesen eslabones de la misma idea central no solo resulta justificado sino también aconsejable. Corresponde señalar de inicio que el argumento se ocupa del nacimiento y desarrollo de una familia de la mafia neoyorquina, cuyos miembros originarios provienen de Sicilia, Italia. De los hechos y singularidades expuestos en la película, se pueden extraer algunas reflexiones que, debe advertirse, corresponde la mayoría de ellas a la particular demarcación que se ha dado de esta dramaturgia ficcional y de ningún modo sería propia su extrapolación a otras organizaciones mafiosas. El primer aspecto que, por contradictorio, llama la atención, es que la familia, más allá de las acciones necesarias al logro de su objetivo y a las vinculadas con su supervivencia- léase, enfrentamientos con familias rivales o individuos disidentes- viene a cumplir funciones justicieras, en aquellas conductas repudiables que la ley penal no llega a encuadrar dentro de la definición de una figura delictiva, o que constituyendo formalmente delito no son en la práctica castigadas, o no adecuadamente por ineficiencia, ineptitud o corrupción de las instituciones policiales o del sistema de justicia; tal el caso del “paisano” de Don Vito (Marlon Brando) cuya hija había sido vejada por su ex novio; el del peluquero que exige de un modo prepotente y agresivo un incremento aparentemente usurario de alquiler a la viuda que se encuentra en la imposibilidad de pagarlo; o el de la mujer golpeada en el seno conyugal, como es el caso de Connie (Talia Shire), la hija de Don Vito, castigada física y sicológicamente por su esposo; la ejecución del matón del barrio por parte de Victorio Corleone (la representación de esta etapa de su vida es actuada por Robert De Niro) y que habría de significar a la postre su iniciación en el carácter de Padrino; la arbitraria decisión del petulante director cinematográfico holliwoodense de dejar fuera de su film, por motivos de interés personal, al cantante apadrinado por Don Viro, bien que en este caso se superpone a la corrección de una pretensa injusticia el deseo del Padrino de evitar la congoja de un amigo. De este modo, la familia aparece utilizando su poder extrainstitucional para cumplir funciones coactivas ilegales pero socialmente deseables. Junto a la posibilidad o la decisión de ejercer la fuerza como modo de influir sobre los otros, nace, con motivo de la difundirse del acto cruento cumplido, el temor y la sujeción por aquellos no capaces de emularlo; y a eso se le llama respeto, que todos los humanos ambicionamos, lo confesemos o no, con el ansia que acariciamos todo aquello que gratifique nuestro ego, pero que aquí adquiere un sentido de mayor alcance: admiración unida a miedo, temor reverencial, y decisión de humillarse para evitar represalias. Ejemplo claro de esto está dado por la actitud del peluquero, quien troca su actitud despectiva inicial por la obsecuencia más abyecta, en la que se percibe claramente que el terror le ha hecho perder la compostura. Este principio, el de reclamar respecto reverencial y afectivo hacia su persona, acompañara al Padrino de por vida. Una enseñanza que da el filme es que la carga genética no asegura la recepción de las cualidades de temperamento, carácter y talento para moverse en un medio tan excepcional; Don Vito Corleone tiene a dos hijos que se ajustan a los requerimientos antes puntualizados: Santino (James Caan), agresivo, violento y extrovertido (¡Nunca digas lo que piensas delante de quien puede ser tu enemigo!, es el consejo que se ve precisado a hacerle el Don, frente a su imprudencia.), y Fredo (John Cazale), débil, irresoluto y desubicado y que terminará con un resentimiento que lo hace proclive a la traición. Michael (Al Pacino), es el único, que, habiendo de inicio manifestado su voluntad de apartarse de los negocios de familia, se ve en la necesidad de involucrarse seriamente por una necesidad circunstancial extrema. Luego hace esfuerzos desesperados para librarse de esa escalada de de traiciones y muerte pero no le es posible: se interpreta que mata a su hermano Fredo y a su cuñado, no por sed de sangre sino por ser un requisito inherente al negocio: son débiles y mediocres y volverán a vender su alma por dinero o inquina. La nueva generación aportará afectos, pero con ello vulnerabilidad y pagará a través de ellos. Se acerca a la Iglesia en busca de redención, pero advierte que también en ella, la presencia enormes medios patrimoniales despierta los demonios de la codicia y quita espacio para los plenamente puros de corazón.

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