viernes, 29 de mayo de 2009

"MITO DE ICARO": LA ENVIDIABLE AUDACIA JUVENIL

Dédalo era el prototipo del hombre con facultades innatas para la ingeniería, la invención y aún las expresiones artísticas vinculadas a las manualidades; así también contaba con el ingenio para el diseño
del instrumental requerido para la ejecución de sus obras. En su momento se hablará más a fondo de esta peculiar personalidad mitológica. Lo cierto que encontrándose en la isla de Creta, bajo el imperio del rey Minos realizó una cantidad de prodigios de su invención, entre ellos la construcción del célebre laberinto. Cuando Teseo llegó a la isla con intención de matar al Minotauro, Ariadna, la hija del rey se enamoró del joven y se dispuso a ayudarlo; para ello recurrió a Dédalo quién ingeniosamente, concibió un hilo por medio del cual pudo Teseo llegar hasta el animal, matarlo y regresar al exterior del laberinto; allí se generó lo que simbólicamente se cita en circunstancias relacionadas con la orientación, en literatura o aún en el lenguaje coloquial, como “el hilo de Ariadna”. Cuando el rey Minos se enteró, irritado, ordeno encerrar en el laberinto a Dédalo y su hijo Icaro. Pero la fecundidad de Dédalo encontró solución para el encierro construyendo para su hijo y para si alas especiales que unidas a sus cuerpos mediante cera les permitieron volar. Había instruido a su hijo de que mantuviese un nivel de vuelo de nivel medio, ni muy bajo ni de mucha altura. Pero Icaro, se sintió tan alborozado al verse con capacidad para desplazarse por los aires, que decidió ascender en vuelo raudo hacia las alturas; lamentablemente se acerco demasiado al Sol, la cera se derritió, las alas se desprendieron y cayó al mar en el cual pereció ahogado. El primer pensamiento que nos viene a la mente es que la tragedia fue consecuencia de la desobediencia e irreflexión juvenil; y algo de ello hubo. Pero no debemos caer en la postura conservadora opuesta que lleva a cercenar toda iniciativa. Acaso no es propio de la juventud mirar con cierto dejo de disconformidad la realidad heredada y pugnar por desplazar los límites, por abrir una brecha en la frontera de lo conocido. Fue con disconformidad juvenil o propia de los jóvenes que muchas cosas han progresado en el decurso de la historia y otras, las instituciones precluidas desaparecieron. La línea divisoria entre la innovación virtuosa y la audacia irresponsable es casi imperceptible. En todo caso votamos por la disposición anímica de intentarlo; todos retrógrados tienen razón cuando, en su quietud, hacen sus pronósticos leyendo en los diarios del día siguiente.

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