miércoles, 6 de mayo de 2009

NUESTRA ESENCIA: "A LA HORA SEÑALADA


Soberbia…, magnífica película. No pierde su vigencia por el paso del tiempo, y eso es así debido a que su temática central es la naturaleza humana, y ésta nunca cambia, por lo menos no lo ha hecho desde el comienzo de la historia; analizada en su íntima y real verdad, fuera de toda lente eufemística, parece esforzarse por merecer el calificativo de perversa. Se presenta el caso de un sheriff que enfrenta la amenaza de cuatro asesinos, uno de ellos liberado de prisión vía conmutación de sentencia concurre, con la asistencia de los otros tres, a cumplir su promesa de venganza. La custodia del orden está prácticamente desguarnecida ya que el jefe cuenta solo con un auxiliar, y éste, aprovechando el estado de necesidad, pretende ejercer soborno moral sobre su superior requiriéndole la promesa de respaldar la oficialización de su ascenso; ante la negativa, abandona el cargo. El sheriff se encuentra solo y se dispone a organizar una comisión de vecinos para que lo secunde en la función, de interés comunitario, de asegurar la vigencia de la ley. En el despacho de bebidas, al que uno de los criminales concurre a comprar una botella, es recibido con demostraciones de obsecuente alborozo; no deja de ser una metáfora de lo ocurre tan frecuentemente en la historia de los pueblos; los vencedores o aquellos en los que perciba la disposición de poder, y ello en mayor medida si ese poder puede ser ejercitado de un modo irrestricto y arbitrario, recibirán las más humillantes expresiones de adhesión sumisa e incondicional. Allí mismo, el pedido de colaboración formulado poco después por el oficial público es rechazada, no obstante que varios de los presentes habían en otro momento integrado la fuerza policial; la negativa es explicita en pocos casos; la mayoría opta por perder la mirada en ninguna parte; es llamativa la capacidad del ser humano para encontrar las formas de evadir la frontalidad exigida por el respeto a su propia dignidad. Algunos vecinos optaron por poner a sus esposas como mensajeros de la negación, justificándose frente a ellas en la excusa de salvaguardar su vida para poder defenderlas. En la iglesia se desarrolla una suerte de asamblea comunitaria, donde el conato de algunos de disponerse a colaborar con el sheriff, aparecieron los consabido argumentos del “yo pago mis impuestos”… “…en su momento yo propuse el incremento de la fuerza policial…” y otros que orillan la realidad del momento: una emergencia inminente que no se salva con justificaciones retoricas; en definitiva prospera la argumentación señalada por el materialismo dialéctico: NO CONVIENE A LOS NEGOCIOS DE LA SOCIEDAD UN ENFRENTAMIENTO VIOLENTO; consecuentemente el consejo es que el sheriff tome el camino vejatoria de la huida; en nada ayuda a la adopción de una decisión ética el razonamiento vertido por el párroco, en el sentido de que puede aconsejar a nadie arriesgar su vida en una acción en que eventualmente estuviese implicado el desconocimiento del mandamiento de “…no mataras…”, como si la empresa no fuese por definición defensiva, no estuviese encaminada a asegurar el imperio de la ley y por otra parte, no fuese ese el cometido de todas las fuerzas policiales. En definitiva e un tema de intereses, indiferencia y miedo. Pero que nadie salga de ver la película alardeando la suposición intima de que hubiese sido merecedor de la chapa estrellada; nunca sabremos como habremos de comportarnos en las contingencias de riesgo que la vida nos ponga por delante; simplemente comprometámonos, si es que el temor doblega nuestro coraje, a tener un comportamiento frontal y digno y no escudarnos en la ambigüedad o la hipocresía.
Soberbia…, magnífica película. No pierde su vigencia por el paso del tiempo, y eso es así debido a que su temática central es la naturaleza humana, y ésta nunca cambia, por lo menos no lo ha hecho desde el comienzo de la historia; analizada en su íntima y real verdad, fuera de toda lente eufemística, parece esforzarse por merecer el calificativo de perversa. Se presenta el caso de un sheriff que enfrenta la amenaza de cuatro asesinos, uno de ellos liberado de prisión vía conmutación de sentencia concurre, con la asistencia de los otros tres, a cumplir su promesa de venganza. La custodia del orden está prácticamente desguarnecida ya que el jefe cuenta solo con un auxiliar, y éste, aprovechando el estado de necesidad, pretende ejercer soborno moral sobre su superior requiriéndole la promesa de respaldar la oficialización de su ascenso; ante la negativa, abandona el cargo. El sheriff se encuentra solo y se dispone a organizar una comisión de vecinos para que lo secunde en la función, de interés comunitario, de asegurar la vigencia de la ley. En el despacho de bebidas, al que uno de los criminales concurre a comprar una botella, es recibido con demostraciones de obsecuente alborozo; no deja de ser una metáfora de lo ocurre tan frecuentemente en la historia de los pueblos; los vencedores o aquellos en los que perciba la disposición de poder, y ello en mayor medida si ese poder puede ser ejercitado de un modo irrestricto y arbitrario, recibirán las más humillantes expresiones de adhesión sumisa e incondicional. Allí mismo, el pedido de colaboración formulado poco después por el oficial público es rechazada, no obstante que varios de los presentes habían en otro momento integrado la fuerza policial; la negativa es explicita en pocos casos; la mayoría opta por perder la mirada en ninguna parte; es llamativa la capacidad del ser humano para encontrar las formas de evadir la frontalidad exigida por el respeto a su propia dignidad. Algunos vecinos optaron por poner a sus esposas como mensajeros de la negación, justificándose frente a ellas en la excusa de salvaguardar su vida para poder defenderlas. En la iglesia se desarrolla una suerte de asamblea comunitaria, donde el conato de algunos de disponerse a colaborar con el sheriff, aparecieron los consabido argumentos del “yo pago mis impuestos”… “…en su momento yo propuse el incremento de la fuerza policial…” y otros que orillan la realidad del momento: una emergencia inminente que no se salva con justificaciones retoricas; en definitiva prospera la argumentación señalada por el materialismo dialéctico: NO CONVIENE A LOS NEGOCIOS DE LA SOCIEDAD UN ENFRENTAMIENTO VIOLENTO; consecuentemente el consejo es que el sheriff tome el camino vejatoria de la huida; en nada ayuda a la adopción de una decisión ética el razonamiento vertido por el párroco, en el sentido de que puede aconsejar a nadie arriesgar su vida en una acción en que eventualmente estuviese implicado el desconocimiento del mandamiento de “…no mataras…”, como si la empresa no fuese por definición defensiva, no estuviese encaminada a asegurar el imperio de la ley y por otra parte, no fuese ese el cometido de todas las fuerzas policiales. En definitiva e un tema de intereses, indiferencia y miedo. Pero que nadie salga de ver la película alardeando la suposición intima de que hubiese sido merecedor de la chapa estrellada; nunca sabremos como habremos de comportarnos en las contingencias de riesgo que la vida nos ponga por delante; simplemente comprometámonos, si es que el temor doblega nuestro coraje, a tener un comportamiento frontal y digno y no escudarnos en la ambigüedad o la hipocresía.

Etiquetas:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio