miércoles, 8 de julio de 2009

EL VALOR Y LA MEZQUINDAD: FILME "LOS SIETE SAMURAIS"



La actitud rapaz hacia la conservación de los bienes materiales, aún más allá de la licitud moral del mantenimiento de los mismos en el ámbito de su patrimonio, no es una peculiaridad exclusiva de de lo que las ciencias económicas, la sociología y, fundamentalmente, la política, han definido como “burguesía”, nacida esta última al conjuro de las revoluciones comercial e industrial y la consecuente gravitación en la producción de la riqueza, de la posesión de los bienes de producción y la estratificación de la sociedad en clases. Es que la codicia y la vocación posesiva es connatural al ser humano; tanto así, que siempre ha constituido la faceta más determinante de su imperfección. La acción se ubica en el medioevo, en una aldea rural japonesa que acusa el primitivismo propio de esa época. Sus habitantes, temen, fundadamente, ser atacados por bandidos que habrían de robarles el producido de la cosecha no bien esta sea levantada; siguiendo el consejo del viejo sabio de la aldea se disponen a contratar el servicio de hombres de vocación guerrera, formados en una estructura militar que se vertebra, además del cuidado de aptitud para el combate, a través de un eje de férreos códigos de honor y preceptos de conducta: los célebres samuráis de Japón que en otro tiempos constituyeron la base de los cuerpos armados de ese país. No les resulta fácil la tarea de conseguir la contratación de siete hombres de esa condición, que es el mínimo indispensable, estimado por el consejero de la aldea, para que la defensa resulte eficiente. Algunos samuráis tentados por los aldeanos comisionados para la contrata, se manifiestan ofendidos frente a la oferta; es que los campesinos, apoyándose en su pretensa condición paupérrima, solo ofrecen como pago el brindar tres comidas al día; uno de ellos llega a expresar, indignado “…soy pobre pero no mendigo…”. Luego de diversas peripecias y con los campesinos en una actitud implorante hasta la humillación reúnen a los siete hombres, aunque algunos de ellos concurren solo por el ansia de iniciación en un carrera estimada de alta honorabilidad, en busca de perfeccionamiento mediante la acción otros e incluso uno que presenta un título inmediatamente descubierto como apócrifo: es rechazado pero en definitiva se lo acepta frente a su insistencia y simpatía. La defensa se desarrolla de un modo eficiente, y en ese logro cumple un rol decisivo, además del valor de guerreros contratados, en algún caso demostrando una valentía rayana en la temeridad, las premisas y directivas ordenadas por el más veterano del grupo, erigido de hecho al ejercicio de la función que en la vida moderna conocemos como la de un comandante den jefe. Y he aquí, en esta conclusión final donde se adquieren relevancia los conceptos expuestos al inicio. Tres son los samuráis que se retiran solitarios, contemplando los montículos de tierra, coronados por sendas espadas, en que yacen los cuerpos de los cuatro restantes. A un lado se observa el trabajo alegre de los campesinos que laboran en total indiferencia a la partida de los samuráis sobrevivientes. Queda, además de esta imagen, el recuerdo de momentos de mezquindad y egoísmo evidenciados en el proceder de los campesinos:…cuando el envestida de los atacantes se dilató unos días, ya se preguntaban sobre si no había sido un convenio desafortunado por el insumo de comidas de los siete hombres, si es que la invasión finalmente no se producía…frente a la inminencia del ataque, tres familias que tenían sus casas fuera de la aldea se negaron a colaborar, por lo cual resultaban estratégicamente indefendibles, se negaron a prestar ayuda desoyendo la inútil palabra mágica pronunciada por el comandante: ¡Solidaridad!; aparecieron mercaderías acopiadas en secreto, par dar apoyatura a su invocación permanente a la miseria; se evidenció la falta ayuda a una viejita carenciada que había perdido su familia en un ataque anterior de los ladrones; se descubrió una armadura perteneciente a un soldado muerto en otra confrontación; alguien razonó ¡…viven prisioneros del miedo pero son capaces de perseguir a un combatiente ya vencido …!. Cuando se detuvieron a contemplar las tumbas de los samuráis muertos, pasó la joven que había tenido una relación, por incitación de élla, con el mas bisoño de los soldados, ignorándolo frente a su estupor; alguno de los tres dijo hemos ganado; el comandante en jefe expreso: ¡…nosotros no ganamos, los campesinos ganaron!

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