lunes, 3 de agosto de 2009

SÓCRATES. "NO BARDEAR EN TRIBUNALES"



"La muerte de Sócrates", por Jacques Luis David

La actuación de Sócrates frente al tribunal que en definitiva decretó su muerte siempre fue para nosotros motivo de decepción; habiendo conocido el relevante significado de su pensamiento y acción personal en los momentos en que el saber filosófico echaba sus cimientos fundantes, la admiración se trocó en asombro y cierto resabio de desazón al leer en la Apología dejada por Platón el desempeño del gran hombre en el curso de la sesión de enjuiciamiento. No admitimos como justificación haya obrado de un modo soberbio ante el Tribunal que éste materializase algo que él mismo deseaba: su propia muerte. No sería noble.

Sócrates (470 a.C. – 399 a.C.), vivió uno de los períodos más espléndidos de su ciudad natal, Atenas. Concibió una mitología de búsqueda del saber consistente en hacer consideraciones a partir de una premisa tenida generalmente como válida ymanalizar dialécticamente las preguntas y respuestas suscitadas por la misma. Fueron sus concepciones primordiales, y así las enseño, la creencia de una comprensión objetiva de las ideas de justicia, amo y virtud. Su lógica hizo hincapié en la reflexión razonada de los temas en pos de obtener definiciones generales. Es sabida su influencia sobre su discípulo Platón, indirectamente en Aristóteles y a posteriori sobre toda la filosofía. A este sitema de obtener la verdad se le llamó “Mayéutica”, por comparación con el procedimiento empleado por su madre, comadrona de profesión, ya que afirmaba que el proceso tendía a la “extracción" de la verdad. Aunque era un hombre respetuoso de la ley de arraigadas convicciones religiosas, fue sometido a proceso con bajo diversos cargos, siendo el más definido y pesado el de corromper a la juventud. La imputación tenía su base en que el insumo de tiempo que demandaba a los jóvenes las interlocuciones con el Maestro, los alejaban de las prácticas gimnásticas y preparación para otros órdenes de la vida. Hay diferencias entre los autores, pero preferimos darles prelación a nuestras primeras lecturas según las cuales el procesamiento de Sócrates, obedecía a la necesidad de en encontrar un chivo emisario en quién descargar, siquiera parcialmente, la responsabilidad por la pérdida de la guerra del Peloponeso. Como fuere, el juicio tuvo lugar y en el primer estadío del roceso nuestro hombre tuvo una condena a muerte, aparentemente dada sin mucha convicción y por escaso número de votos. Acto seguido, y de acuerdo a las normas de a la sazón establecidas en Atenas, Sócrates fue invitado a proponer una alternativa de pena; todos esperaban que ofreciese una opción punitiva razonable para liberarse de la responsabilidad de ejecutarlo, porque en verdad nadie creía que fuese un delincuente. Pero lo que Sócrates propone como “pena” alternativa fue la soberbia petición ser considerado héroe nacional, digno de lo honores usualmente otorgados a los vencedores en las Olimpíadas. Esta petulancia enfureció al Tribunal el que sin hesitación ratificó a la pena de muerte. La muerte de Sócrates generalmente es recordada con gran admiración, por su negativa a aceptar una fuga sin riesgo ofrecida por algunos amigos y su proverbial serenidad en el momento de beber la cicuta mortal. Entendemos que no está aquí el tema central de la cuestión, ya que son muchos los que saben enfrentar la pena capital con valentía. A nuestro juicio se perdió una excelente oportunidad para ejercer el método dialéctico en el mismo tribunal, perseguir la verdad y la correcta valoración de los hechos y llegar de ese modo, filosóficamente, al logro de justicia. Algunos estudiosos del tema presuponen en Sócrates, quien ya contaba con setenta años, una estratagema que lo llevase a la muerte, temeroso de la decrepitud y el descrédito que a no largo plazo habría caído sobre él debido a la probable merma en sus facultades mentales. Tampoco nos parece un justificativo digno; es como emplear a otro en la concreción de un propósito suicida; ... y simultáneamente ganar el crédito de mártir frente a la posteridad. Nuestra desazón se mantiene; pero solo en este aspecto. Seguimos pese a ello abrevando con fruición en las enseñanzas dejadas, a través esencialmente de su discípulo Platón, por el genial filósofo y admirando muchos aspectos de su singular y descollante personalidad.

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