"LA ANTESALA DEL INFIERNO": LA NEGRA CARGA DEL PASADO

Es difícil que en pasado del ser humano no existan episodios negativos mantenidos en un archivo secreto de la memoria, resguardados con celo del conocimiento de los demás; ya se trate de sentimientos de culpa por actos de los que, con fundamento o no, uno se juzga responsable, de humillaciones recibidas consideradas como menoscabantes de nuestra personalidad, o conductas de seres queridos o que viven o vivieron a nuestra vera que estimamos de una connotación de deterioro para nuestro prestigio. Lo cierto que esos hechos, en cuanto afloran a nuestra memoria nos lastiman; su recuerdo suponen malos momentos y de allí la necesidad de darles adecuado tratamiento, mediante un proceso de intromisión o con la ayuda de especialistas para evitar que actúen como elementos de parálisis o distorsión del comportamiento normal de nuestra personalidad. Si las cicatrices tienen una vigencia permanente en la esfera conciente de una persona y ello con una gravitación tal que llega a trasladar los efectos de ese dolor a terceros, y ello es posible porque se encuentra en ejercicio de autoridad, estamos frente a un problema que además de impropio margina la licitud. Es lo que ocurre con el policía que encarna Kirk Douglas en esta película. Se entiende muy bien su deseo de haber tenido la facultad de pasar un cepillo de alambre por su cerebro y quitar de allí esas ideas nefastas que lo atormentan; es que sufre mucho y eso lo lleva a potenciar los errores de los demás en cuanto los mismos se enmarcan en el presupuesto doloso origen de su martirio. En nuestros días la función del cepillo estaría cumplida por la especialidad médica, medicación y otros tipos de tratamientos que se ocupan con eficacia de la mayoría de este tipo de males. De no hallarse la solución, esta claro que un hombre con esa carga psicológica no puede estar en ejercicio de ninguna forma de poder.