miércoles, 8 de diciembre de 2010

"LAS LARGAS VACACIONES DEL 36": ... LA LUCHA POR LA SUPERVIVENCIA: UNA DE LAS EXPRESIONES MÁS PATÉTICAS DE LAS MISERIAS HUMANAS.





Dir: Jaime Camino. Con Francisco Rabal, José Sacristán, Concha Velasco, Angela Molina. ESPAÑA, 1976.




Ubicada en los prolegómenos del enfrentamiento fraticida que enluto a España y conmocionó al mundo entre los años l936 a 1939, amén de constituirse en un hito de fuerte carga emocional en la confrontación ideológica que campeó, de un modo explicito o subyacente en los debates de pensamiento o de acción bélica en todo el siglo veinte, la película se ocupa de poner de resalto la diversidad de reacciones y actitudes asumidas por los miembros de un grupo de familias de clase media alta, sorprendidos por el comienzo de las acciones mientras se encontraban en sus vacaciones de verano.
Hay quién presenta la postura más reaccionaria e insensible y despectiva, pero a la postre debe adjudicársele el mérito de haber sido consecuente con su postura, en lo esencial, durante todo el decuso argumental. No ocurre lo mismo con un declamado progresista de izquierda (en el caso personificado por José Sacristán) que agota su conducta en postulaciones intrascendentes y dilata, hasta dejar en la nada, emprendimientos que signifiquen una expresión concreta y valiente de solidaridad, y ello a pesar de que los ejemplos más extremos de sacrificio hasta lo irremediable se dan el seno de su propia familia. Quizás la figura más condenable en el plano de los conceptos lo configura la presencia de un comerciante minorista, quien tipifica emblemáticamente la figura del burgués típico, solo preocupado por adecuar los medios para poder seguir explotando su negocio, tener asegurada la intangibilidad de éste, y se declara de un flagrante desinteresado de los principios y valores implicados en la contienda. Un factor que compromete a casi todos por igual y que muestra la degradación a que llegamos los humanos cuando nos acercamos a situaciones extremas de necesidad; se muestra que somos capaces de luchar, hasta despedazarla, por una gallina; del mismo modo, es patético el sentimiento que embarga al espectador la pasividad del alumnado cuando cuando un maestro desesperado y enfermo clama por cualquier cosa, siquiera unos mendrugos, que le ayuden a paliar el hambre.

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